“Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. No se ponen en pie cuando entra una persona mayor. Responden a sus padres y son simplemente malos”, estas frases que parecen referirse haberse a los adolescentes de nuestra época, en realidad son de Sócrates y fueron dichas 400 años AC. No es que hayamos creado un mito sobre la adolescencia, sino que debemos entenderla en lugar de pelear con ella, anticiparnos a sus necesidades en lugar de enojarnos por lo que hacen.
“Entenderla”, significa que tenemos que afrontar esta etapa como una época de crisis, entendida ésta como cambio, y, por lo tanto, como una etapa de posibilidades para los adolescentes. ¿Nos cuesta ver estas posibilidades?
Los padres y madres tememos a la adolescencia de nuestros hijos e hijas más que a nada en el mundo.
Estamos perdidos. Ya no son nuestros niños, pero tampoco son adultos, ya que carecen de algunas cualidades que “coloquialmente”denominamos madurez. Pero al mismo tiempo, son lienzos en blanco con un potencial como nunca más tendremos y solo necesitan alguien a su lado que les ayude a encontrar el camino y su vocación. En definitiva que les lidere, no que les dirija. Son como barras de jabón, si las apretamos con mucha fuerza, se nos escaparán entre los dedos.
Hablamos de hábitos y acciones que son importantes de establecer o llevar a cabo en esta etapa para, que el desarrollo cerebral que se da en la adolescencia sea el óptimo. Aprender cosas nuevas cada día, leer diariamente, hacer deporte y evitar consumir drogas y alcohol. Son recetas sencillas, pero eficaces. Algunos seguro que esperarían consejos más sofisticados, pero estos son los mejores que le podemos dar a un adolescente que tiene a su cerebro en plena ebullición.
Para hablar de la evitación del consumo de tóxicos. Sabemos que la adolescencia es la etapa en la que muchas veces nos iniciamos en el consumo de alcohol y de drogas. Tanto el alcohol como las drogas lo que van a hacer es “bombardear” la capacidad de crear nuevas conexiones en el cerebro. Claro que no es lo mismo tomarse una cerveza que media botella de pisco, con lo que hay un efecto dosis dependiente. Ojo con la marihuana, que no tienen nada de drogas blandas, sobretodo en la adolescencia. Debemos tener en cuenta que el THC (Tetrahidrocannabinol), uno de los principales componentes activos, tiene una vida media de una semana, lo que quiere decir que se tarda una semana en eliminar la mitad del THC consumido. Mientras tanto, se queda entorpeciendo la mielinización cerebral.
En los adolescentes la parte emocional del cerebro prima sobre la racional. Por eso vemos cambios de humor y una tendencia a actuar impulsivamente, a tomar riesgos, a no pensar antes de actuar. Conocer esto, puede ayudarnos a entender mejor el comportamiento adolescente y a empatizar con ellos. Y es la clave, son más emocionales que racionales, para lo bueno y para lo malo. Por eso, si motivamos a un adolescente, será imparable, pero si se cruza y se bloquea, será difícil sacarlo de ese estado. Conociendo esta característica, a lo mejor tenemos que pensar en menos sermones racionales y más acciones inspiradoras con ellos.
Muchas veces, en la relación con nuestros hijos, nos da la sensación de que nosotros, que ya tenemos un cerebro adulto, nos dejamos llevar también por esa parte emocional, por eso las peleas, los enojos y los malos “rollos” que se viven en muchas casas. Los adultos también tenemos nuestra amígdala (la parte emocional de nuestro cerebro) y se nos activa de vez en cuando, “confundiendo” nuestra toma de decisiones. Cuando esto ocurre, no pensamos con claridad y nos ponemos a su altura. Gritar a un adolescente “a mi no me grites”, no parece la mejor solución para encauzar una discusión, pero todos lo hemos hecho alguna vez. Mi recomendación es empezar reconociendo nuestras propias emociones, sobre todo cuando éstas toman el control de nuestras decisiones, para no arrepentirnos después.
Invito a los padres a ser influencers en la vida de sus hijos. Sólo hay que ver con los ojos de admiración que un niño mira a sus padres cuando es pequeño, solo hay que cuidar y continuar con ese trabajo. Es tedioso, requiere tiempo, exige renuncias personales, pero cuando se logra, es fantástico. En realidad, la clave está en no perder la capacidad de influir sobre tus hijos, en lugar de tratar de recuperarla cuando llegan a la adolescencia. Esto último es bastante más difícil de llevar a cabo. Me permito una ultima sugerencia, no se trata de dar a los hijos lo que creemos que es mejor para ellos, ni mucho menos lo que ellos quieren, sino darles lo que en realidad necesitan.